viernes, setiembre 02, 2005

19.
En su cuarto, Mario tiene un póster de Bob Dylan y una camisa arrugada encima de una silla de madera frente a su escritorio. Carolina se sorprende de aquel papel cuadriculado arrugado y con manchas verdes en su interior. Junto a él, un montón de ramitas y pepitas de marihuana.
- ¿No te preocupan tus viejos?
Mario niega con la cabeza. Hecha un último vistazo a la sala-comedor de su casa, a la que se llega atravesando un pequeño corredizo desde su cuarto, que queda junto al baño de losetas blancas, donde Carolina se mete antes de decir nada.
Mario se sienta en su cama a esperar. Junto a él, el póster de Bob Dylan no le otorga ninguna respuesta.
- ¿Por qué te demoras tanto?
Cuando Carolina sale del baño, Mario no ha desaparecido como por arte de magia. Ambos siguen en aquel departamento en alguna parte de Surco (en realidad ella no sabe muy bien dónde está, solo sabe que su casa queda muy lejos de allí, y que de la ventana del cuarto de Mario se logra ver un poste de luz encendido) y entonces Carolina siente mucho miedo. Siente miedo de lo que está a punto de suceder. Siente miedo de Mario (ese chico de aspecto terrible, que hoy por hoy le insiste con aquella estúpida historia) y no puede contener un insignificante sollozo.
- ¿Qué se supone que va a pasar ahora?
Mario avanza a su encuentro. Revisa una vez más la sala. Y, sin concentrarse del todo, la besa. Palpa con la yema de los dedos la ropa y la chalina de polar de Carolina. La sigue besando y cierra la puerta. Cuando Carolina por fin está encima de la cama, Mario cierra las persianas de su cuarto.